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En la banca abierta, hasta ahora, ha faltado el cliente. Unos años después, podemos decir que las expectativas de "disrupción" que también expresamos en el lanzamiento de la PSD2 no se han hecho realidad.
FinanceSin embargo, como ocurre con otras tendencias, los bancos y las aseguradoras no viven en compartimentos estancos y el paradigma del intercambio de datos, que ya es una realidad en la economía digital, está a punto de llegar a .
El mérito, o la culpa según se mire, se debe una vez más al impulso normativo, principalmente PSD3 y FIDA.
Empecemos por la "revolución fallida" de la banca abierta.
Hoy sabemos que parte de la responsabilidad recae en las carencias objetivas de la PSD2, que serán subsanadas por la tercera Directiva de Sistemas de Pago.
Pero la retrospectiva también nos permite decir que el sector financiero no ha sabido, o no ha querido, situar al cliente final en el centro de su modelo de oferta.
Cetif"La PSD2 nació con algunas carencias en lo que respecta a la cuestión específica de la banca abierta", recuerda Paolo Gatelli, investigador principal de, "y entre los propios bancos no faltaron dudas sobre la viabilidad real de lo que preveía la directiva".
Pesó mucho, por ejemplo, la falta de definición de una norma de comunicación técnica, que luego se subsanó con la evolución del mercado hacia las API.
Desde el punto de vista del cumplimiento, hay que decir que Italia ha funcionado muy bien, con un proyecto de sistema útil, oportuno y también rentable".
La PSD2 ha sido bastante eficaz en varios ámbitos, entre los que destaca el golpe que ha asestado al fraude, que se ha reducido considerablemente.
Para la segunda fase de la banca abierta nos fijamos en cambio en la DSP3, que sigue siendo un reglamento: puede obligar a intervenciones y normas tecnológicas. Pero no orientar las estrategias bancarias.
"A los clientes se les conquista de diferentes maneras", continúa Gatelli. No cabe duda de que las deficiencias técnicas han provocado una experiencia de usuario poco excelente a lo largo de los años y una elevada tasa de abandono, especialmente tras repetidos rechazos por parte de los bancos depositarios de los datos.
Pero también constatamos una falta de interés de los clientes por compartir sus datos para un servicio en el que no perciben ningún valor añadido. Y esto es una cuestión estratégica, no tecnológica".
Por tanto, la cuestión no es cómo hacer que la máquina de la banca abierta funcione correctamente, sino en qué dirección hacerla avanzar.
Hay que preguntarse qué le interesa al cliente", dice Gatelli. La agregación de cuentas y datos transaccionales, en sí misma, no es un valor. Se convierte en uno si permite obtener un producto, servicio o experiencia de forma más fluida o eficaz.
Estoy pensando en los préstamos inteligentes, por ejemplo: decirle al cliente que puede financiar una compra en línea en segundos si comparte los datos de su cuenta bancaria pone el énfasis en el objetivo y no en el "instrumento".
Y este intercambio debe ser consciente. No en vano, la DSP3 introduce algunos elementos que dan al ciudadano más control sobre qué datos pone a disposición de qué empresas y cómo.
Aparte de algunos aspectos técnicos para normalizar la transmisión de datos", señala Gatelli, "una innovación importante es la introducción de la obligación de crear un "cuadro de mandos de autorización" para los clientes, en el que puedan facilitar información sobre qué terceros tienen acceso a su cuenta corriente, la finalidad, el periodo de validez del acceso, etc.".
Se trata de un gran paso adelante en términos de concienciación, en línea con la acción reguladora europea de hacer que los usuarios sean conscientes de lo que ocurre con sus datos.
BigTech, como Google o Amazon, ya ofrecen cuadros de mando similares que nos dicen qué datos estamos compartiendo y por qué".
Situar al cliente en el centro, y desarrollar servicios capaces de aportarle un verdadero valor añadido, también se verá favorecido por la ampliación de los sujetos obligados a conceder acceso a los datos del cliente, a petición de éste.
financeEl perímetro de la banca abierta, ahora cada vez más abierto , está llamado a incluir a las sociedades de gestión de activos, las compañías de seguros, los fondos de pensiones, "y todas aquellas entidades que siguen la vida financiera del cliente", prosigue Gatelli.
Ya no se trata sólo de transacciones y créditos, sino también de inversiones, coberturas de seguros, activos en propiedad. Un verdadero mapa del cliente, de su propensión al ahorro y a la inversión, pero también de las posibles lagunas de protección.
Esto abre la posibilidad de estructurar un asesoramiento mucho más pertinente para todos los segmentos de clientes".
El Reglamento sobre el acceso a los datos financieros abre así la posibilidad de crear servicios y experiencias sin precedentes en los que las finanzas estén omnipresentes.
"Este modelo de datos abiertos ya es una realidad en la economía digital", apunta Gatelli, "donde potencialmente también podríamos considerar los datos de los servicios públicos, las telecos, el comercio minorista y la ciudad inteligente para crear sinergias que generen valor para el ciudadano".
Podríamos integrar los servicios financieros en muchos ámbitos. Pensemos, por ejemplo, en un contrato de suministro eléctrico para una segunda vivienda: los datos de consumo permiten identificar cuánto se utiliza esa vivienda, a qué horas y con qué frecuencia, para tal vez confeccionar una póliza de hogar a medida. Y así interceptar una necesidad de la que el cliente, tal vez, ni siquiera es consciente".
En la vida cotidiana de cada cliente pueden surgir así innumerables oportunidades para ofrecer servicios innovadores, en los que el componente bancario y de seguros sea un eslabón de la cadena de valor. Y que, sobre todo, base su propuesta en la utilidad percibida por el cliente, "y no en mensajes que sabemos que no funcionan, pensemos en las dificultades para comunicar la necesidad de adoptar formas de previsión complementaria para la jubilación", comenta Gatelli.
Una inversión de las lógicas tradicionales de la oferta y la demanda. En la que se parte de los datos del cliente, incluso de forma agregada y anónima, para envasar un producto.
Sigamos con el ejemplo anterior del consumo eléctrico, pero pensemos en una vivienda principal: una posible póliza de Seguro de Hogar puede ofrecer condiciones personalizadas tanto al profesional soltero que pasa la mayor parte del tiempo en el trabajo, como a una familia de cuatro miembros.
El aterrizaje final es el salto cuántico hacia ese análisis del comportamiento que está en la base de la personalización que ofrecen hoy gigantes digitales como Amazon, Spotify o Netflix. Algo que los datos que siempre han poseído los bancos, como los transaccionales, no permiten.
"A partir de las transacciones de la cuenta corriente puedo ver cuánto gasta una familia en electricidad", ejemplifica Gatelli, "pero no sé nada de las características de ese consumo.
Frecuencia y hora de uso, o si hay picos a determinadas horas, etc. Las grandes marcas digitales ya utilizan este tipo de información para sugerir un producto que comprar, una película que ver, una canción que escuchar o contenidos en las redes sociales.
Este planteamiento, transportado dentro de bancos y aseguradoras, permitiría mejorar enormemente el nivel de personalización de las ofertas de productos y servicios a las necesidades exactas del usuario, incluso para el segmento minorista.